Nosotros comenzamos como chilenos comunes y corrientes, con trabajo estable y algunos problemas, aunque nada fuera de lo normal. Sin embargo, algo que ocurrió en nuestra vida nos marcó profundamente obligándonos a tomar muchas decisiones que cambiaron nuestra forma de ver las cosas para siempre…. nos enfermamos.
Enfermarse no parece realmente un problema, vas al médico, sigues un tratamiento y te recuperas, pero ¿qué pasa cuando la recuperación no es tan rápida? Es ahí donde comienza la odisea de muchas personas en Chile, y donde algo que debería ser transitorio se transforma en un drama que amenaza la vida e integridad de las personas.
Te sientes mal y buscas ayuda médica, hasta que llega el momento de enfrentarse a las Isapres o Compin que en reiteradas ocasiones «cuestionan» tu estado de salud (enfermedad). En esos momentos lo único que quieres es una solución rápida y no la hay, entonces te das cuenta que te tocará pelear.
El sistema de salud en Chile en general no es malo, pero sí es muy denigrante. Cuando te enfermas y necesitas licencias médicas, al poco tiempo de tratamiento comienzan a presionarte las instituciones para que te recuperes y dejes de ser una «carga» para el sistema… aun cuando todos los meses hayas estado aportando con tu dinero precisamente para que ante la enfermedad, puedas hacer el reposo prescrito y recuperarte. ¿Raro no?
Después de haber vivido la experiencia de lidiar con rechazos de licencias médicas, te percatas del miedo que te produce volver a enfermarte en Chile. Y esto no es culpa de los profesionales médicos que diagnostican y tratan a sus pacientes, sino de las instituciones llamadas a velar por que tu derecho a recuperar la salud se respete. Te das cuenta que a nadie le importa cuán mal estás, sino cuánto estás costándole al sistema. Se trata de una realidad cruda y perversa, pero que finalmente no se ha solucionado al ser muy pocos los que han querido o podido hacerle frente.
Nuestros problemas comenzaron con la pandemia. El estrés de estar encerrados fue tan grande que comenzamos a ver nuestra vida mermada, no sentíamos deseos de hacer cosas, perdimos la iniciativa y notamos como cada rutina que antes nos llenaba de energía, ahora resultaba aburrida. Acudimos al médico, nos diagnosticaron y nos dimos cuenta que no se trataba de tener días malos, sino de un estrés agudo.
Resultó que trabajar desde casa era más complejo de lo que pensábamos. Nos dieron licencia médica, al comienzo se pagaron, pero al tercer mes comenzaron los rechazos. Uno tras otro vimos cómo todos nuestros ahorros pasaban de ser un seguro a ser nuestro sustento, al igual que con los retiros de 10% de la A.F.P. Lejos de servir para la pensión, se utilizaron en pagar cuentas, sobrevivir y pagar tratamiento médico.
Lo que comenzó como un estrés agudo, pasó a ser una crisis generalizada que provocó ganas de morir, crisis de pánico agudas y una depresión intensa. Y mientras tanto, en un mundo paralelo, la Isapre mantenía los rechazos de cada licencia, que a estas alturas ya no eran de médico general, sino de psiquiatra.
Cada vez que nos tocó ir a reclamar una licencia, solicitar una entrevista, preguntar cien veces cómo se hacía tal y cuál cosa, aprendimos. El desafío de revertir los rechazos lejos de servir como terapia, profundizó las crisis y el miedo. En nosotros creció un estado de necesidad importante y que nunca conocimos. Sin red de apoyo ni personas a las que recurrir, lo único que nos quedó es hacer las cosas.
Entendemos perfectamente lo que es comenzar a sentir hormigueo, un frío que recorre el cuerpo, transpiración helada generalizada, mareos, dolores de cabeza, palpitaciones y una sensación de ahogo que se intensifica cuando la respiración se vuelve cada vez más agitada… a eso se le llama crisis de pánico. Cuando las crisis nos duraban más de 30 minutos la sensación era tan exasperante y desgastante que optamos por llamarlo «infierno». Por cierto, ¿ya les comentamos qué sentíamos al despertarnos a las 03:30 am preocupados porque no había forma de pagar las cuentas? Pues, eso también lo vivimos y fue horrible.
Con los conocimientos que adquirimos tras terminar la carrera de Derecho, y con toda la experiencia profesional obtenida a lo largo de los años en el ejercicio profesional, nos percatamos que nuestra experiencia en todo esto no fue algo aislado.
Cientos de miles de personas en Chile vivían exactamente cada una de las experiencias que nosotros tuvimos o peores inclusive. Es por ello que decidimos comenzar esta iniciativa y especializamos en entender, orientar y asesorar a quienes lo necesitaran. Optamos por convertirnos en la contención que siempre buscamos y nunca tuvimos cuando más lo necesitamos.
Las emociones juegan en contra en el mundo de las licencias médicas. Ninguna persona que esté en tratamiento, sobre todo cuando el diagnóstico es de salud mental, debería enfrentarse al sistema por sus propios medios. Nuestra iniciativa busca ser la ayuda asequible que necesitan y nunca han tenido.
Queremos apoyarte, sabemos que podemos y por eso te pedimos que confíes en nuestra experiencia y ganas de sacar tu problema de licencia rechazadas adelante. No importa si tienes pocas o muchas licencias rechazadas, siempre se puede hacer algo.